Las ciudades de vacaciones promovidas por la Obra Sindical Educación y Descanso compartían como rasgo unívoco de identidad la elección de emplazamientos privilegiados junto al mar para su construcción. Esa condición especial de las localizaciones se debía fundamentalmente al estado casi virginal en que las encontraron los arquitectos implicados cuando iniciaron sus trabajos en la década de 1950, por tanto, con anterioridad al fuerte desarrollo turístico que acontecería poco después. Partiendo de esa condición irrepetible del medio de implantación, estos conjuntos mostraron una especial sensibilidad por el paisaje como escenario para el reposo obrero, basándose en el aprovechamiento de las características naturales del terreno en lo que se refiere a sus particularidades topográficas y en el respeto máximo por la masa verde, así como en el empleo de arquitecturas muy dialogantes con el paisaje en el que habrían de insertarse. Esa postura respecto a la implantación en el medio de las ciudades de vacaciones de Educación y Descanso resulta parcialmente cuestionable en los nuevos planteamientos del modelo en la década de 1960 para las playas de Punta Umbría, como se recoge en este trabajo.